Zu hemen zaude: HomeElezaharrakTimido Jauna

Timido Jauna

Por aquel tiempo apareció en Lekeitio un tipo enigmático. Se le veía muy pocas veces por las calles y siempre muy abrigado con una especie de capa, y su cabeza la llevaba tan cubierta que solamente se le veían los ojos boca y nariz.

Se comentaba que era un viejo raro y otros decían que era un muchacho joven.

Comenzó a expandirse el rumor que venía de un país muy lejano y sus costumbres eran muy extrañas, y por eso se cubría la cabeza. Nadie sabía su nombre, y se le empezó a llamar don Tímido, y jamas se le vio entrar en la iglesia, y los que le vigilaban indicaban que su unico quehacer era llegar a la punta de Anzoriz, donde pasaba la tarde siempre que reinara buen tiempo. Apenas hablaba con nadie, pero en una tienda donde compraba el comestible decían que no conocía el vasco, pero sí la lengua castellana.

Había por entonces en Lekeitio, dos peluqueros que, además de este oficio, se dedicaban a la pesca y a otras labores. Pero un buen día uno de ellos desapareció del pueblo.

Nadie conocía a donde podría haberse marchado y su esposa era preguntada por todos y contestaba entre lagrimas, según lo hacia todas las mañanas, que había salido de casa con idea de pasear con su bote y no había vuelto a casa a la hora de comer y el bote continuaba en el puerto, en el mismo lugar de costumbre.

Los comentarios en el pueblo eran tremendos, los días pasaban, y aproximadamente un mes después, desaparecía también el otro peluquero.

Cosa singular que nadie podía explicarse. Pero, ¿qué ha pasado a los dos barberos del pueblo? Y dos o tres días mas tarde, el barbero que había desaparecido en primer lugar era visto en las calles.

Fue abordado por todos para preguntarle donde había estado, y el barbero solo caminaba lentamente, con el rostro muy pálido y delgado. Se le veía muy taciturno, y a todos cuantos le dirigían la palabra nada contestaba y se limitaba a volver la espalda. No se reunía ni con sus más íntimos amigos y, según decía su mujer, ni en casa hablaba ni se acostaba en la cama y pasaba la noche sentado en una silla.

Asistía diariamente a la iglesia y se confesaba, pero el sacerdote nada decía a las preguntas que le hacían y únicamente indicaba que "yo nada puedo decir". Cerro su establecimiento de peluquería para evitar visitas y preguntas. Pero en una de aquellas tardes se le vio caminando hacia el lugar que más tarde fue elegido para construir el famoso "maria-errota". Llevaba una azadita y, al llegar al lugar indicado y cerca de un cañaveral, mirando a un lado y a otro y con gran cuidado hizo un gran hoyo. Volvió a mirar si alguien le vigilaba y, apoyándose en el suelo, dirigió su mirada al interior del agujero y pronuncio palabras que no se pudieron oír. Repitió la frase o frases dos o tres veces más y luego, con gran cuidado, cubrió el hoyo con la tierra que acababa de extraer. Se levanto y se sonrió con verdadera alegría y lentamente, se dirigió hacia la villa. ¿Que es lo que el barbero dijo para salir ya sonriente y feliz?.

No se sabía ni lo supo nadie hasta pasadas dos o tres semanas. Unos muchachos que acudían a la escuela, en vez de asistir aquella tarde, hicieron "pando" y se dirigieron a los terrenos donde había estado el barbero, para cortar varias cañas y hacer silbos.

Cortadas las cañas se dirigieron hacia el pueblo, pero cosa rara, los silbos, en vez de producir el característico silbido, pronunciaban palabras bien claras que decían: "don Tímido tiene orejas de burro", "don Tímido tiene orejas de burro", llegando hasta las calles de la villa entonando el enigmático canto.

En Lekeitio, seguían soplando sus silbos los muchachos y, en cuanto lo oyó el enigmático personaje, fue a buscar al barbero y le increpó en forma terrible, agarrándole fuertemente: ¿Cómo has declarado que mis orejas son de burro?, ¿no sabes que te dije que en el caso de que hicieres tal declaración te daría muerte?, el pobre barbero no sabía como salir de aquel atolladero.

Le confesó que no le era posible vivir con aquella prohibición y se le ocurrió ir hasta los cañaverales de "maria-errota" , hacer un agujero y a continuación pronunciar la verdad de como eran las orejas de aquel cliente que le había ordenado cortar el pelo.

Los chicos escolares, al hacer los silbos con las cañas cercanas al agujero del barbero, los hicieron según costumbre, pero en vez de salir el silbido, salía la frase que el barbero había sepultado.

Pero esa fue la suerte para aquel personaje, a los pocos días, sus orejas, que ya llevaba al descubierto, fueron perdiendo la forma y se convertían en orejas normales. Y aquel enigmático y extraño personaje se convertió en lo que en realidad era, un muchacho guapo y digno de todo aprecio y de muy grande fortuna, y dio al barbero primero un gran premio y al segundo, que también lo tenia encerrado, lo libertó y gratificó espléndidamente.

 

Irakurrita 1447 bidar