La leña y la maldición
Escrito por KoldoAntiguamente, la leña, por propio impulso, solía venir de las selvas y bosques a las casas. Una vez convinieron las ramas de un roble, diciendo,
--Vamonos al hogar de Fulano --y dando vueltas y tumbos en cuestas abajo, poco a poco y en cuestas arriba, llegaron, por fin, a la casa que querían.
Cuando la carga de leña llegó al portal y empezó a subir por la escalera, venía escalera abajo una vieja de lengua afilada. Estando frente por frente, ¿no se le ocurre a una punta de leña rasgar el vuelo de la saya de la anciana?
Como entonces nadie sabía lo que era el perdón, la brizna no se lo pidió a la vieja. Hubiera sido inutil el que se lo pidiera. ¡Era de ver la cara arrugada, colérica y de odio que puso la anciana! Sin mas, empezo a soltar maldiciones.
--¡De hoy en adelante, ojalá no pueda moverse ninguna leña!
Desde aquella fecha, quien quiera tener leña, suele tener que ir al bosque a buscarla.
Referido en Lekeitio por Aurora María de Azkue.