Historia de la Cofradia
Koldo
Todo aquel que conozca, aunque sea muy superficialmente la villa de Lekeitio, sabe que la pesca ha sido tradicionalmente el componente fundamental de la economía de esta localidad. Además, la influencia de las actividades pesqueras ha extendido sus repercusiones en diferentes ámbitos de la vida social, de las mentalidades y de la política municipal.
Por consiguiente, es comprensible que sean abundantes las referencias a los aspectos pesqueros en la bibliografía existente sobre la historia lekeitiarra.
Sin embargo, la documentación archivística de que se dispone acerca de este tema es muy desigual: estamos relativamente bien informados sobre los períodos más antiguos - la Baja Edad Media y la Edad Moderna - mientras que escasea la documentación referente al período contemporáneo.
Lekeitio hacia 1.900
Dejando a un lado estas precisiones preliminares, al abordar la problemática de la pesca en Lekeitio es preciso destacar, en primer lugar, las grandes dificultades que han debido afrontar y superar los arrantzales para poder desarrollar su actividad. En efecto, el puerto lekeitiarra no se distinguió por sus condiciones de idoneidad. Y ello a pesar de que existen noticias documentales sobre la reparación de sus muelles que se remontan a 1381.
Durante el Antiguo Régimen y el siglo XIX son continuas las quejas de los pescadores lekeitiarras a causa de las deficientes condiciones de su puerto. A modo de ejemplo, se puede recordar que en un famoso manuscrito de 1740 se dice terminantemente que "el puerto es malo, de manera que las embarcaciones se retiran para invernar en los juncales, junto a la ermita de la Magdalena". En un sentido diferente, los representantes de la Cofradía de Pescadores se lamentan, a fines del XVIII y comienzos del XIX, de la "fatalísima calidad del puerto", puesto que las lanchas quedaban en seco durante la bajamar, provocando la pérdida de numerosos días de pesca al año. Igualmente, a mediados del XIX, se dice que las chalupas tienen que ser arrastradas a través de los arenales por marineros y gente de tierra adentro, a fin de poder salir a pescar durante la bajamar.
Los pescadores lekeitiarras vencieron estas adversidades, de forma que lograron desarrollar una intensa actividad, de la que da cuenta el elevado número de embarcaciones pesqueras existentes en el puerto durante la Edad Moderna y Contemporánea. El lector podrá advertirlo en el siguiente cuadro, donde se recopilan datos procedentes de diversas fuentes informativas:
Cuadro 1
Años | 1540 | 1810 | 1855 | 1884 | 1918 | 1970 |
Nº de barcos | 44 | 42 | 53 | 78 | 203 | 139 |
Aunque no se posean datos sobre la evolución del número total de barcos durante los siglos XVII y XVIII con un mímino de fiabilidad, sí se puede resaltar en base a la tabla anterior que existió un intenso incremento de la flota pesquera durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX.
De todas formas, los datos referentes al siglo XVI pueden dar lugar a equívocos ya que las pinazas de aquel período apenas llevaban de 5 a 7 pescadores. Por ello, tiene interés el referirse a las llamadas "lanchas mayores" empleadas en la pesca de "altura" que presentan la siguiente evolución desde el siglo XVIII hasta la actualidad:
Cuadro 2
Años | 1728 | 1793 | 1817 | 1864 | 1884 | 1918 | 1945 | 1970 | 1992 |
Barcos de altura | 12 | 28 | 23 | 34 | 41 | 24 | 18 | 17 | 12 |
De este cuadro se pueden extraer las siguientes conclusiones :
a) Se produjo un fuerte crecimiento de la flota de altura durante el siglo XVIII.
- Este sector padeció una recesión durante los primeros decenios del siglo XIX.
- De nuevo hay una expansión de la flota de altura durante la segunda mitad del XIX.
- La sustitución de las embarcaciones tradicionales a vela y remo por los buques de vapor supuso una lógica reducción de esta flota durante la primera mitad del siglo XX.Este fenómeno continuó evidentemente en los años más cercanos en función de los sucesivos avances tecnológicos.
La evolución de la pesca lekeitiarra puede ser también medida por otro indicador : el de los pescadores integrados en la cofradía. Sus cifras están reflejadas en la tabla siguiente:
Cuadro 3
Años | 1540 | 1580 | 1810 | 1862 | 1883 | 1931 | 1970 | 1992 |
N° de pescadores | 260 | 400 | 476 | 494 | 600 | 660 | 763 | 430 |
Aunque estos datos son evidentemente aproximativos, se aprecian dos aspectos no comentados hasta ahora:
- El importante incremento de la actividad pesquera durante la segunda mitad del siglo XVI, aunque, como es obvio, la fiabilidad de los datos históricos se hace más dudosa cuanto más retrocedemos en el tiempo.
- La decadencia de la actividad pesquera lekeitiarra -al igual que sucede en el resto de la costa cantábrica- a partir del decenio de 1970. Sobre esta cuestión se puede aportar un dato significativo : en 1992 sólo existen 218 pescadores en activo frente a 115 arrantzales jubilados.
Con todo, parece que en los últimos años se ha detectado un rejuvenecimiento en lo que concierne a los pescadores dedicados a las actividades de "altura", pero se explica, indudablemente, por el aumento de jubilaciones anticipadas y por la falta de expectativas laborales de los jóvenes, que acuden a la pesca porque no encuentran otra alternativa mejor.
Al observador actual le puede llamar la atención el alto porcentaje de jóvenes menores de 17 años a los que se encuentra faenando en las chalupas lekeitiarras entre los años de 1500 y 1900, ya que suponen aproximadamente el 15% de la población dedicada a la actividad pesquera. Dejando de lado situaciones excepcionales -como la de 1821, cuando la población juvenil representa el 30% del total de arrantzales-, lo cierto es que frecuentemente aparecen niños, entre 7 y 12 años de edad, en las embarcaciones durante el Antiguo Régimen.
Pasando a otro tema, como es el relativo al desarrollo de la actividad extractiva, habría que aludir inevitablemente a los aparejos y artes pesqueras. Las noticias más antiguas a este respecto proceden del final del siglo XVI en que se utilizaban las llamadas "treças", que constaban de 20 docenas de anzuelos y 20 brazas de cuerda, además de un variado repertorio de palos, cordeles...
De la importancia de los aparejos en la pesca tradicional da idea el que a lo largo del siglo XIX su coste económico representaba casi el 50% del valor de los cascos de las embarcaciones.
"Arrantzales" preparando los aparejos para el besugo
En cuanto al cebo utilizado durante el Antiguo Réglmen, destaca la sardina, a la que se alude, a mediados del siglo XVIII, como carnada para todos los peces. Sobre todo, era utilizada en la pesca del besugo hasta finales del siglo XIX, en que aparece reemplazada por la anchoa. De esta última especie se ha escrito que alzanzaba precios fabulosos durante la costera del besugo, cuando era particularmente escasa.
Por el contrario, en épocas de abundancia apenas tenía valor, llegándose incluso a utilizar como abono en la labranza de la tierra. La anchoílla sigue siendo citada como carnada para el besugo hacia 1960, pero en aquellos años la importancia de ese último pescado había caído en picado, mientras que era fundamental la costera del bonino.
En ella se empleaban, según un historiador local, hojas de maíz curadas como cebo al comienzo de la temporada, recurriéndose luego al cebo vivo.
En la pesca lekeitiarra hay que reseñar la importancia de la ballena durante las Edades Media y Moderna. No es casualidad que en el escudo de la localidad figure un cetáceo o que en el lema de la villa se aluda, de forma hiperbólica, a cómo Lekeitio destruyó las horribles ballenas "horrenda cetae subjecit".
Las ballenas aparecían en las costas cantábricas desde el Otoño hasta la Primavera, aproximándose ocasionalmente a las inmediaciones del puerto. Así sucedió en 1545, cuando fue capturado un cetáceo delante de la isla de San Nicolás. De estos animales era muy apreciada su lengua, de la que correspondía un tercio a la iglesia de Santa María, que debía aportar a cambio la maroma necesaria para la captura de los cetáce.
Se ha escrito tradicionalmente que las ballenas comenzaron a desaparecer de nuestras costas a fines de la Edad Media, pensándose que éste sería el motivo por el que los arrantzales marcharon hacia aguas de Terranova. Actualmente se cuestiona esta hipótesis pues algunos historiadores han señalado que los vascos se trasladaron a aquellas latitudes, sobre todo, en busca de bacalao.
En lo que concierne a los lekeitiarras constan referencias documentales de unas 50 ballenas capturadas, entre 1510 y 1662, en los registros eclesiásticos. Siguiendo a Cavanilles, de quien proceden estos datos, no se halla en esta documentación ninguna referencia a estos cetáceos después de 1662. Sin embargo, por otros testimonios, sabemos que la pesca de la ballena siguió siendo muy importante para los lekeitiarras hasta el final de la Edad Moderna.
Para avalar esta tesis se puede citar documentación del año 1720, en la que se afirma que la mayoría de los pescadores locales estaban ocupados en la captura de la ballena o del bacalao, o un manuscrito de 1740, en el que se cita al producto de la ballena como uno de los principales recursos económicos de la villa.
Según escriben ciertos historiadores, los bizkainos fueron iniciados en esta pesca por los guipuzcoanos durante la Edad Media. Posteriormente esta actividad se desarrolló tanto entre los de Lekeitio que se llega a señalar, en 1632, que hay 60 marineros del pueblo faenando en embarcaciones de otros puertos, ocupados en la captura de cetáceos. Siguiendo este argumento, se ha aludido a que los arrantzales lekeitiarras eran muy apreciados por su maestría en estos menesteres, siendo empleados en naves inglesas, danesas y holandesas.
Para poder matar a estos animales de gran tamaño era necesario que acudieran varias lanchas, de manera que la afluencia de muchos pescadores originaba que las ganancias repartidas fueran escasas. Para evitar estos problemas, la cofradía decidió, en 1555, que sólo se beneficiaran de la captura de una ballena las 6 primeras embarcaciones que la hirieran, si era "pequeña", y las 10 primeras si era "grande".
La mayor ganancia correspondía, lógicamente, a la tripulación que la había herido en primer lugar, por lo que recibía un cuarto de la cola del cetáceo. La preminencia que tenía la ballena sobre otras especies de pescado se debía a los cuantiosos beneficios que proporcionaba; de ahí que se destaque su importancia en las primitivas Ordenanzas de la Cofradía (1489), promulgadas a fines de la Edad Media.
En igual sentido, se puede citar el que, en 1655, se confiscara a un maestre de pinaza los besugos capturados en una jornada porque despreció el ir tras una ballena, al revés de lo que habían hecho las demás tripulaciones.
Pasando a una visión global de las actividades pesqueras hay que resaltar cómo Lekeitio ocupó, durante el período que va del año 1500 a 1900, el segundo puesto entre los puertos pesqueros de Bizkaia, aunque a gran distancia de Bermeo, que siempre ostentó la primacía. Durante el siglo XX Lekeitio perdió ese lugar, siendo desplazado por el puerto de Ondarroa.
"Arrantzales" preparando los aparejos para el besugo
Dentro de la pesca tradicional, la especie más importante fue el besugo. Por consiguiente, no es extraño que sea el pescado más citado en la documentación medieval de la cofradía. Durante la Edad Moderna, la costera del besugo aparece constantemente como la base de la economía pesquera local. Por ello, su venta se realizaba con especial atención ya que, además de la presencia habitual de los empleados de la cofradía, se requería que asistieran dos maestres de lanchas para posibilitar un mayor control.
En el mismo sentido, cuando se regala pescado al mayordomo se trata de un besugo y cuando se establece lo que los pescadores pueden llevar a sus casas, para consumo familiar, se estipula que sean seis besugos. Los resultados de la costera del besugo eran muy variables.
Así, a fines del siglo XVIII se afirma por la cofradía que sus pescas son "cuantiosas y abundantes", pero pocos años después esta institución se lamenta de los temporales que han dificultado sus capturas, originando la miseria en la localidad.
Durante el Antiguo Régimen la costera del besugo comenzaba tradicionalmente el día de San Martín, siendo su final variable - pasó de terminar en Pascua Florida a ser adelantado al Domingo de Carnaval -. Al igual que sucedía en el resto de la pesca mayor, los arrantzales salían a faenar hacia las tres o cuatro de la madrugada, volviendo al puerto a parecida hora de la tarde del mismo día.
A través de la historia, la importancia del besugo ha variado mucho entre los pescadores lekeitiarras. A finales de la Edad Moderna llegó a representar un 50% de las ganancias registradas por la cofradía, mientras que a mediados del siglo XIX suponía sólo un 20% de las capturas.
Durante la segunda mitad del siglo XX se asiste al declinar de esta pesca pues, por ejemplo, en 1960 apenas representaba el 9% de los beneficios pesqueros. A partir de ese decenio, se abandonó la costera del besugo, dedicándose las llamadas "merluceras" a su captura.
En cuanto a la merluza, su pesca aparece constatada en Lekeitio desde fecha temprana pues se menciona, aunque esporádicamente, en la documentación bajomedieval. De este pescado se dice, a fines del siglo XIX, que se captura, sobre todo, entre el 15 de enero y el 30 de junio, aunque se extraen cantidades menores durante el resto del año. Fue especie muy abundante durante el siglo XIX, cuando representaba entre el 15 y el 20% de las capturas. A partir de finales del decenio de 1950 las cantidades extraídas de este pescado se redujeron drásticamente.
La costera del bonito se realiza en la pesca tradicional desde mediados de junio a mediados de septiembre, siendo el pescado más citado - después del besugo - en la documentación de la cofradía durante el Antiguo Régimen. Representaba un 20% de las capturas a lo largo del siglo XIX, lo que contrasta con las cifras de 1960 en que el atún supuso un 65% del total de las ganancias de la pesca en Lekeitio. Las capturas de este pescado se incrementaron considerablemente en nuestro siglo, como se aprecia en la tabla:
Cuadro 4
Años | 1930-34 | 1940-44 | 1960-64 | 1970-74 |
Kgs. de bonito capturados | 200.000 | 470.000 | 1.200.000 | 765.000 |
A partir del decenio de 1970, los pescadores intentaron compensar la desaparición de la costera del besugo con la pesca invernal del atún en aguas lejanas de Africa y Venezuela, pero esta experiencia no dio los frutos esperados.
En cuanto a la sardina, no era un alimento muy apreciado en el Antiguo Régimen, destacándose, como ya se ha dicho, su importancia como carnada. Al realizarse su captura en primavera y fines del verano, no coincidía con la costera del besugo y, por ello, podía alcanzar elevadísimos precios. Su importancia en la pesca lekeitiarra fue variable.
Así, a comienzos del siglo XIX apenas representaba el 2% de las ganancias de los pescadores; por el contrario, durante la segunda mitad de ese siglo supuso entre el 12 y el 20% de las capturas. Durante la primera mitad del siglo XX la sardina fue muy abundante, pero las intensas pescas realizadas tras la Segunda Guerra Mundial fueron seguidas por una caída radical del volumen de sus capturas.
Vapor "Clotilde"
En lo que se refiere a la anchoa, su pesca se ha desarrollado tradicionalmente desde marzo a junio. Su importancia ha sido creciente en la pesca lekeitiarra, pues a comienzos del siglo XIX sólo representaba el 3% de las ganancias de los arrantzales mientras que en la segunda mitad de este siglo suponía del 13 al 15% del total del pescado.
Durante el siglo XX se han dado capturas cuantiosas de esta especie, existiendo los llamados "días de bandera" en los que no se dejaba salir a su pesca para evitar aumentar los numerosos excedentes. Igualmente, a partir de los años 60 se puso un límite de 8.000 kg. por barco y día en su extracción.
Este fenómeno tuvo ya precedentes en los años 30, en los que se alude a excedentes desbordantes de anchoa que superan en mucho la demanda de la industria local de salazón. Sobre su evolución a partir de ese decenio se puede consultar la siguiente tabla:
Cuadro5
Años | 1930-34 | 1940-44 | 1950-54 | 1960-64 | 1970-74 |
Kgs. de anchoa capturados | 301.000 | 281.000 | 690.000 | 2.700.000 | 2.300.000 |
Junto a las especies piscícolas que llevamos reseñadas, se citan en la documentación del siglo XVI al XIX otros pescados, pero sus capturas no eran importantes, a excepción del congrio, que era poco apreciado.
Tampoco se estimaban los jibiones y las cabras, aunque sus capturas eran obviamente muy reducidas. Eran también escasas las de pescados como el mero, pero sus precios eran muy superiores a los de los otros pescados a fines del siglo XIX.
La cofradía frecuentemente se opuso al empleo de métodos perjudiciales para la reproducción de la fauna piscícola. De este modo, a principios del siglo XX se manifestó contra el procedimiento de "ardora" -una práctica de pesca nocturna que aprovecha la luminosidad-y contra la modalidad de "arrastre", a la que se responsabilizaba de causar la miseria de los pescadores.
En realidad, la cofradía intervenía en todas las facetas relacionadas con la pesca. En Lekeitio, las primeras noticias sobre esta institución proceden de 1457, pero sus Ordenanzas fueron aprobadas por los Reyes Católicos en 1488. En los orígenes de la Cofradía se aprecia una actitud de la Corona favorable a esta organización; probablemente, en esta postura influyó el marino lekeitiarra Iñigo de Arteita, que alcanzó gran notoriedad en la Armada de la época.
La protección de la Monarquía se mantuvo durante los reinados de Juana I y Carlos I, que defendieron a los pescadores de Lekeitio frente a diversas instituciones. La cofradía dispuso nuevas ordenanzas a mediados del siglo XVIII, pero no llegaron a ser aprobadas por el Estado, lo que no es raro ya que los políticos ilustrados -y luego sus herederos liberales del siglo XIX- se opusieron a los gremios, a los que se veía como factores negativos para el desarrollo del libre mercado capitalista.
A veces, como sucede en 1835, se dice que ya no existe la cofradía lekeitiarra, cumpliendo la legislación vigente. Sin embargo, al igual que el resto de los gremios pesqueros, el de Lekeitio ha persistido en pleno mundo contemporáneo, a modo de anacronismo de origen medieval.
La cofradía lekeitiarra tenía anualmente un lugar fundamental de encuentro en la Junta General, donde se daban las cuentas del ejercicio económico anterior y se elegían las autoridades del gremio -los mayordomos-. En Lekeitio los lugares en los que se celebraba la reunión general variaron a través del tiempo: a comienzos del siglo XVI las juntas se realizaban en el arenal de la villa, al igual que sucedía con las asambleas concejiles. Durante el siglo XVII tenían lugar en la ermita de San Juan, en la Atalaya.
Al desaparecer este edificio, en 1715, las reuniones fueron trasladadas a la "casilla" de la Atalaya. Desde principios del siglo XIX, se cita a la "nueva" Casa de Escabechería como edificio propio del gremio para sus juntas generales. Las reuniones celebradas durante el resto del año tenían lugar, en el Antiguo Régimen, en el domicilio del mayordomo.
Las funciones de este cargo eran complejas: la gestión económica y representación jurídica del gremio, la recaudación de los arbitrios de la institución, la dirección de la venta de pescado... Además organizaba, desde la Atalaya, la entrada de los barcos en el puerto, lo que constituía una tarea importantísima cuando había mala mar.
La elección del mayordomo se efectuaba el 30 de junio de cada año, siguiendo una costumbre documentada, al menos, desde 1531. Se simbolizaba con la fiesta de la Kaxarranka, que implicaba el traslado del arca de la cofradía -donde se guardan sus documentos y caudales- desde el domicilio del antiguo mayordomo al elegido para sustituirle.
Siguiendo las ordenanzas se exigían unas condiciones, insólitas en los demás gremios pesqueros vascos, para ser nombrado mayordomo: no ser bastardo ni hijo o nieto de clérigo, ni penitenciado por la Inquisición o descendiente de secta contraria al catolicismo... El carácter anacrónico de estos requisitos en la segunda mitad del XVIII sugiere que se remontaban a los primeros tiempos modernos.
En el principio del Antiguo Régimen se elegían dos mayordomos. con el fin de evitar problemas en caso de ausencia o enfermedad de uno de ellos y, sobre todo, para prevenir fraudes financieros. Pero la existencia de la doble mayordomía provocaba conflictos de autoridad, por lo que se pasó posteriormente al sistema de mayordomo único, al igual que ocurrió en el resto de cofradías e instituciones tradicionales.
En las ordenanzas del siglo XVIII se detallan los pormenores del nombramiento del mayordomo: después de celebrada la misa anual por los cofrades difuntos, se reunían los miembros del gremio para debatirsus problemas, aunque sólo los propietarios de lanchas intervenían en la elección del nuevo mayordomo. En efecto, dos maestres de chalupa eran designados, mediante sorteo, como electores. Cada uno de ellos proponía a otro propietario de embarcación, con la condición expresa de que no fuera familiar suyo. Metidas las dos papeletas en un recipiente, se dejaba a la mano «inocente» de un niño que sacara la correspondiente al nuevo mayordomo.
La remuneración de este cargo constituía un hecho atípico entre las cofradías vascas pues era doble: además de recibir un salario anual de 550 reales, tenía derecho al 1% de las ganancias procedentes de la pesca. A fines del XIX, las características de la mayordomía habían cambiado ya que sólo se cobraba un salario -de 8.000 reales anuales-, al tiempo que se exigían mayores requisitos para acceder al cargo.
De este modo, el candidato a mayordomo debía poseer una embarcación que midiera, al menos, 40 pies de largo. Entre los rasgos atípicos que presenta la mayordomía en Lekeitio, durante el XIX, se puede citar la existencia de 2 mujeres que ocuparon tal cargo. Ya en el siglo XX las funciones directivas de la cofradía pasaron a una junta, formada por un presidente, un vicepresidente y seis vocales -elegidos todos ellos cada cuatro años- además de por un secretario con carácter permanente.
Puerto de Lekeitio
En la organización tradicional de la cofradía destaca la importancia de los "señeros". Su nombre procede de que dirigían las labores pesqueras mediante diversas señas: alzando banderas y haciendo humo durante el día o utilizando faroles durante la noche. Decidían todos los días si la mar estaba en condiciones de salir a pescar.
En caso de temporal arrastraban unas varas, dotadas con punzones de hierro, por las calles de la villa, con lo que los pescadores quedaban enterados de la noticia. Si la mar era propicia para ir a faenar, llamaban a los maestres de lanchas para anunciárselo. Si el estado de la mar era dudoso, los señeros convocaban a los maestres para que, reunidos en la Atalaya y depositando sus votos en una urna -la "atabaka"- determinaran lo que se debía hacer.
Si estimaban que era posible salir a pescar se comunicaba este aviso a los marineros de cada tripulación mediante las "dei ettekuak - muchachas llamadoras", que eran también, a fines del siglo XIX, las encargadas de llevar los aparejos a las embarcaciones. De la gran importancia de los señeros da cuenta el que 10 de los 73 capítulos de las ordenanzas de 1766 estén dedicados a ellos.
Estaban encargados de revisar anualmente los dardos y los arpones de las lanchas, de forma que si no se encontraban en condiciones adecuadas se excluía a las embarcaciones de su participación en los beneficios de la pesca de la ballena. También intervenían en la suspensión de la actividad pesquera cuando las embarcaciones estaban en el mar y surgía temporal. Su autoridad estaba reforzaba porque tenían poder para requisar la pesca diaria de los barcos que incumplieran las órdenes de la cofradía.
Otros empleados de la cofradía eran los "atalayeros", que debían permanecer en una "choza o garita" para avisar a las embarcaciones de la proximidad de temporal, de la existencia de ballenas, de los eventuales naufragios y de los "manjuis" -que eran bancos de sardinas o anchoas-. Su trabajo no era nada envidiable pues si las embarcaciones habían salido a faenar debían quedarse fuera de su "casilla" hasta que volvieran a puerto, y ello aunque arreciara la lluvia o incluso nevara. A fines del siglo XIX se ocupaban además en el peso del besugo.
Los "venteros" llevaban a cabo la venta del pescado todas las noches, poniéndose en contacto con los posibles compradores. En la documentación de la cofradía se citan ocasionalmente otros empleados como los "bolseros" y los "ventadores de la sardina", pero no tuvieron continuidad.
La intervención de la cofradía se ampliaba a otras cuestiones. Así, se encargaba de la compra colectiva de carnada, ya que los pescadores no podían afrontar individualmente este gasto. Por ello, el gremio se endeudaba al verse obligado a tomar dinero a préstamos -en forma de "censos"- a fin de asegurar la costera del besugo. Desde el siglo XVI encontramos a la cofradía abrumada por las deudas en ciertos años y así en 1532 debía 3.300 reales. Al cabo de un siglo, la deuda ascendía a 44.000 reales.
A veces la situación era tan crítica que la cofradía no tenía nada de dinero para pagar a sus acreedores. Este tipo de dificultades económicas persistió después del Antiguo Régimen, pues a comienzo del siglo XX los responsables de la institución señalan, en alguna ocasión, que no tiene fondos ni siquiera para pagar al atalavero.
De todas formas, la época de mayor endeudamiento de la cofradía -según la documentación disponible- se dio en el final del siglo XVIII y comienzo del XIX. Un signo elocuente de ello es que en 1796 los ingresos ascendieron a 118.000 reales mientras que el total de cantidades tomadas a censo se elevaban a 180.000 reales; no es extraño que, en ese ejercicio, el 65% de los gastos del gremio fueran destinados a pagar los réditos de los préstamos. Varios factores coincidieron para que la situación financiera de la cofradía fuera crítica en esta época.
Entre ellos hay que citar las inversiones en dos proyectos: la construcción de la nueva Casa de Escabechería y el "lavadero de agua dulce" para el pescado fresco. La primera costó aproximadamente 200.000 reales y el segundo unos 300.000 reales. La cofradía destacó que esta última obra era una "necesidad urgentísima" para los pescadores lekeitiarras, según se lee en los escritos enviados al gobierno de Madrid -y, en concreto, al ministro Cevallos, que favoreció al gremio en esta cuestión- a fin de acelerar su construcción.
Como este proyecto incluía la canalización de agua potable en el municipio, la cofradía intentó conseguir la ayuda financiera del ayuntamiento, pero éste se negó a concederla.
En el último tercio del siglo XVIIl una partida muy elevada dentro de los gastos de la cofradía fue consecuencia de las "levas" para la Real Armada. Esta institución necesitaba marineros para sus buques, por lo que exigía a los pueblos costeros que aportaran hombres en las campañas militares. La cofradía de Lekeitio prefería pagar dinero a algunos voluntarios para que fueran a cumplir con esta obligación; siguiendo esta práctica, ya en 1646 se gastaron 2.000 reales por este concepto.
El problema se desbordó entre 1776 y 1799, cuando fueron requeridos en diferentes años un total de unos 200 hombres para la Armada. Para afrontar los gastos de las levas la cofradía desembolsó unos 300.000 reales en el final del siglo XVIII. El gremio de pescadores intentó por diversos medios que el municipio colaborara financieramente en este tema, aduciendo que, a cambio de aportar individuos para la Marina, quedaba Lekeitio dispensado de enviar soldados al Ejército de Tierra.
Aunque los responsables del municipio ayudaron en alguna ocasión con diversas cantidades monetarias a sufragar estos gastos, finalmente el ayuntamiento decidió que no tenía ninguna obligación en este aspecto. Fueron apoyados en esta determinación por el corregidor bizkaíno en un pleito promovido por la cofradía, con lo que se dio por zanjada la cuestión.
Txalupas Lekeitianas
Todos estos gastos provocaron que la cofradía se viera desbordada por las deudas durante el primer tercio del siglo XIX, de manera que en 1820 ya debía un total de 442.000 reales en forma de censos que correspondían a 36 acreedores. La situación financiera de la cofradía era tan insostenible que en 1829 se tuvo que llegar a una negociación de la deuda. De este modo, se consiguió un acuerdo con los acreedores para que redujeran los intereses de sus préstamos.
Al margen de deudas coyunturales, la principal actividad económica de la cofradía estaba vinculada a la venta diaria del pescado, organizada de modo colectivo. Después los mayordomos se reunían cada domingo con los maestres de lanchas para abonar a cada embarcación las ganancias semanales correspondientes, que se calculaban multiplicando el volumen de capturas por el precio medio obtenido en la lonja. Luego, cada maestre se juntaba con su tripulación para pagar a los pescadores su parte.
Siguiendo una tradición de orígenes inciertos el abono de estas cantidades a los marineros se hacía después de celebrar una comida conjunta de todos los que navegaban en la embarcación.
Las capturas abundantes de pescado podían determinar unos precios tan bajos que surgieran graves perjuicios para los pescadores. Con el fin de evitar estas situaciones, la cofradía sólo vendía el pescado fresco que alcanzara un precio mínimo en la subasta diaria, quedando el resto de las capturas para un escabechero. Así, antes de cada costera del besugo y del bonito se organizaba un "remate" o subasta en el que se pujaba por una cantidad de pescado que sería destinada al escabechero, que se comprometía a pagar el precio fijado por el gremio.
De estos remates hay noticia documental desde 1571. De todos modos, en aquella época había un escabechero -encargado del abastecimiento de la corte de Felipe II - que tenía derecho al mejor pescado vendido en Lekeitio. De hecho, los remates de escabeche fueron denunciados como ilegales en numerosas ocasiones pues contravenían la normativa del Fuero de Bizkaia que establecía la libertad de compras y ventas. Sin embargo, la coíradía pudo seguir adelante con esta práctica amparándose en la "necesidad y miseria" de los arrantzales.
Desde el final del siglo XVIII, los intentos del Estado por favorecer el mercado libre dieron lugar a varios conflictos sobre este tema, pero finalmente se mantuvo el remate del escabeche porque "sin él no podrían subsistir los pescadores".
El proceso del escabeche se realizaba, a fines del siglo XVIII, por cinco escabecherías hasta que, como ya se ha apuntado anteriormente, se construyó la propia Casa-Escabechería de la Cofradía, que tan sólo fue arrendada por 10 fabricantes a lo largo del siglo XIX; ello da una ida de cómo estaba concentrado el proceso de tansformación del pescado, siendo pocos los industriales que accedían a él.
Pasando a otro tema, todas las noches tenía lugar la venta del pescado fresco que era adquirido, sobre todo, por los arrieros venidos del interior de la Península y por las llamadas "regatonas", que eran las encargadas de la venta el por menor a nivel local y comarcal. A finales del siglo XVIII, el cronista Iturriza alababa a estas mujeres lekeitiarras -a las que califica de "varoniles y laboriosas"- que caminaban hasta cuatro leguas durante la noche para vender el pescado. Todo el pescado era subastado "a la baja" -salvo la merluza-, siendo citados como destinos fundamentales, en 1826, los de Castilla, La Rioja y Aragón.
De hecho, en el final del siglo XVIII se alude por la cofradía al "considerable pescado que se conduce a Castilla" desde Lekeitio, pero este comercio se vio negativamente afectado por las deficientes comunicaciones de la localidad. De esta forma, durante la primera mitad del siglo XIX el gremio de pescadores se lamenta, a veces, a causa de la "nula concurrencia de arrieros" y algún escritor se refiere a que sólo se envía pescado al mercado de Haro. Por el contrario, en el decenio de 1860 se destaca que con el nuevo Camino Real las ventas de pescado habían aumentado sustancialmente.
Desde comienzos del siglo XVI la cofradía intentó controlar la venta del pescado consumido en Lekeitio. Esto se consiguió a pesar de conflictos, como el que ocurrió en 1508, cuando los arrantzales se quejaron de que se vendía en la villa pescado procedente de Cantabria, Bermeo, Ea y de algunos puertos guipuzcoanos, ya que el mercado lekeitiarra era muy atrayente por sus elevados precios.
Para terminar con esta situación, el ayuntamiento decidió que no se permitiera la venta de pescado traído de fuera, salvo que llegara a Lekeitio alguna nave de otro puerto a causa de temporal. Pero aunque el municipio se mostró de acuerdo, en principio, con la protección de los productores locales, tenía que velar inevitablemente por los intereses de los consumidores de la villa.
De aquí que surgieran problemas pues, a principio del siglo XV1, el concejo se opuso a la pretensión de la cofradía de que todo el pescado se vendiera en la lonja. Por el contrario, el ayuntamiento defendió el derecho de los pescadores y de sus mujeres a vender el pescado libremente en el recinto de la villa. La negativa de los pescadores a que entrara en Lekeitio pescado de fuera provocó disturbios no sólo en el Antiguo Régimen, pues en los inicios del siglo XX las mujeres y niños del pueblo llegaron a impedir violentamente que un conservero local introdujera un cargamento de pescado procedente de otra localidad.
En cualquier caso, la cofradía tendió a manifestarse a favor de los vendedores locales del pescado, aludiendo a que eran la gente "más pobre y menesterosa" de la villa. Por el contrario, mostró una fuerte hostilidad con los mesoneros, a los que, a fines del siglo XVIII, se les prohibió tomar parte en la subasta de pescado, a causa de sus acuerdos que perjudicaban a los pescadores del gremio.
Estas cuestiones nos introducen en la problemática de los conflictos generados en torno a la cofradía. Entre ellos cabe destacar los que mantuvo con el municipio, pues éste no aceptó de buena gana la jurisdicción privativa del gremio en todos los pleitos derivados de la actividad pesquera. Además, el ayuntamiento quiso controlar a la cofradía, pretendiendo que el alcalde fuera el encargado de presidir las juntas generales de esta última institución.
En todo ello Lekeitio no difiere del panorama general de las villas costeras vascas, pero lo atípico de este caso fue la presencia, desde 1499, de un alcalde representante de la cofradía en el municipio. Existía otro alcalde que era nombrado por el resto de la población que no se dedicaba a actividades marítimas.
Los conflictos entre ambos regidores determinaron que, en 1733, desapareciera el alcalde de la cofradía, pero ésta siguió controlando una parte importante de los cargos municipales, amén de que los dos mayordomos gremiales tomaran parte en las reuniones del concejo.
Por otra parte, la cofradía se enfrentó, en diferentes ocasiones, con el "Preboste" o delegado del Rey en la villa -cargo que estaba vinculado a la familia de los Adán de Yarza-. Al final, éste consiguió que se le autorizara a percibir 1/30 de las ganancias pesqueras, de manera que en la tardía fecha de 1833 se abonaron todavía 600 reales por derechos de la prebostad.
Otras disputas de la cofradía surgieron en el desarrollo de la actividad marítima, originándose diversos pleitos con puertos como Bermeo, Pasaia, Getaria... Incluso con los pescadores de la pequeña puebla de Ea se produjeron conflictos a cuenta de la pesca del besugo en los comienzos de la Era Moderna.
Pero la hostilidad sólo fue constante con los pescadores de otro puerto: el de Ondarroa. Al final llegaron al acuerdo de fijar la punta de Mokoburua como límite de las actividades de ambos gremios pesqueros, pero persistieron las disensiones motivadas por la pesca de la ballena y, sobre todo, porque los lekeitiarras acusaban a los ondarrutarras de utilizar aparejos dañinos y perjudiciales para las especies piscícolas.
En concreto, se reprochaba a los arrantzales de Ondarroa el empleo de las llamadas "cordas" -usadas para capturar congrios- y los "cestos" para langostas. La Cofradía también se enfrentó con los vecinos de las anteiglesias próximas que querían participar de las ganancias de la pesca.
Así, a mediados del siglo XVII, fueron intensas las disputas con los naturales de Mendexa que ejercían ilegalmente la actividad pesquera, pues no aceptaban el integrarse en el gremio lekeitiarra a fin de no verse afectados por las levas de marineros.
Dentro de la propia cofradía también existieron problemas, como es lógico. En particular, tenemos noticia documental sobre los insultos y puñetazos que recibieron varios mayordomos por parte de algunos cofrades. Estas acciones determinaban, evidentemente, que los agresores fueran castigados de modo severo: si era un simple marinero ninguna tripulación podía acogerle durante esa temporada, y si se trataba de un maestre se le confiscaba su embarcación en ese período.
De todas formas, los conflictos más interesantes fueron los que enfrentaron a los pescadores con los propietarios de lanchas, pues derivaban de una evolución de la cofradía en la que los maestres controlaban cada vez más el gremio en perjuicio de la mayoría de los cofrades. En principio, la relación entre marinero y maestre se establecía del siguiente modo: después de ser contratado un pescador para trabajar en una tripulación durante la costera, el convenio no podía ser roto por ninguna de las dos partes.
Sin embargo, las ordenanzas aprobadas por los Reyes Católicos legalizaban la desigualdad ya que el maestre podía despedir al pescador si éste se comportaba inadecuadamente; por el contrario, el marinero no tenía opción a cambiar de tripulación bajo ningún motivo. De ahí que surgieran disputas, como la que sucedió a fines del siglo XVII cuando un pescador agredido de "palabra y de obra" por su maestre trató de cambiar de embarcación, sin que le fuera permitido por el gremio.
La situación llegó a tal punto que se pretendió convocar una asamblea general de los cofrades para discutir la validez de las ordenanzas, a las que se calificaba como anacrónicas y sin vigor. Ante ello, los responsables de la cofradía decidieron -según ellos, "por piedad"- que el marinero pudiera ser acogido por otro maestre, aunque se insistió en que este ejemplo no debía servir como precedente.
Puerto de Lekeitio
Al margen ya de la conflictividad social es inevitable el dedicar unas líneas a la religiosidad de los pescadores. Como la vida de los arrantzales estaba frecuentemente en peligro no es extraño que se multiplicaran las prácticas religiosas -misas, velas encendidas a los santos, bendición de escapularios...- para protegerse de un medio tan hostil como el mar. Además, los pescadores lekeitiarras, según Azkue, tenían supersticiones muy significativas, como la de no pronunciar el nombre del demonio o de las brujas mientras estaban en la mar.
Los barcos llevaban también algún trocito del vestido de la Virgen del Rosario y las llamadas "yerbas de San Pedro" para ahuyentar a los poderes del mal. Centrándonos en prácticas más ortodoxas, hay que aludir a las "Ordenanzas Espirituales" de la cofradía, que fueron elaboradas a fines del siglo XVII. En ellas se establecía que los cofrades, además de confesar y comulgar cuando entraban a formar parte del gremio, debían también cumplir con estos preceptos en varias festividades.
Esto contrastaba con la religiosidad de la mayoría de la población, que sólo estaba obligada a estas prácticas una vez durante el año. Los cofrades tenían además otros deberes, como el visitar la casa de sus compañeros fallecidos a fin de dar el pésame y acudir después al funeral. Por otro lado, el mayordomo tenía que acudir al domicilio de todo cofrade enfermo para interesarse por su salud y luego avisar a los maestres para acordar el subsidio que debía recibir.
Ello nos lleva a referirnos a la asistencia social en la cofradía. Desde 1532 se dice de la institución que "hace muchas obras de caridad... para reparo de las necesidades de los cofrades pobres". Entre ellas se citaban las ayudas proporcionadas a los pescadores enfermos o ancianos, que no podían ir a pescar. Gracias a estas actividades benéficas, la cofradía consiguió, a partir del siglo XVI, el permiso de Roma y del obispado para faenar en la mar durante los domingos y días festivos.
Al justificar esta autorización, los responsables eclesiásticos tuvieron en cuenta las peculiaridades de la actividad pesquera, pues dejar de trabajar en plena costera suponía pérdidas considerables. Además, en 1545, el obispo de Calahorra permitió trabajar en domingos y festivos porque "muchos pescadores se mueren de hambre". Estas autorizaciones eclesiásticas se renovaron a fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, con la condición obvia de oír misa antes de salir a la mar.
Otro aspecto interesante de la religiosidad entre los pescadores lekeitiarras viene dado por la costumbre, documentada desde mediados del XIX, de que los niños de la escuela fueran en procesión, tras un pendón, hacia la Atalaya cuando había temporal rezando para que se calmara la mar. A cambio de ello, recibían todos los años unas raciones de pan y queso.
Las menciones realizadas sobre la miseria de los pescadores no eran, en absoluto, retóricas. Su difícil situación económica derivaba de la tradicional remuneración "a la parte" por lo que -como es de sobra conocido- no cobraban salario sino ur porcentaje de las capturas. En función de lo anterior, la imposibilidad prolongada de salir a pescar provocaba la miseria entre los arrantzales.
Dando testimonio de ello, la cofradía ya señala. a comienzos del siglo XIX, que la pesca "alimenta a la clase más pobre de la provincia". Por estas fechas, el gremio se lamentaba de sus dificultades económicas pues, para ayudar a los arrantzales más pobres, habían tomado un préstamo de 30.000 reales a un elevadísimo interés.
Alusiones de este tipo se multiplican a lo largo del siglo XIX: todos los eruditos que escriben sobre la villa de Lekeitio en esa época destacan los reiterados períodos de indigencia entre los pescadores, que sólo se atenúan gracias a la caridad de patricios locales como Uribarren o Abaroa, de los que se dice que dan cuantiosas limosnas.
No es, por tanto, casual que existan referencias continuas, desde mediados del siglo XIX, a cómo los jóvenes abandonaban la pesca, optando por navegar en buques mercantes o por emigrar a América. De cualquier forma, los liberales de la época culpaban de esa situación a la Cofradía, destacando que ésta no se ocupaba de los pescadores más pobres y argumentando que los arrantzales ganaban mucho menos que los obreros asalariados.
Por otra parte, los préstamos que la cofradía otorgaba a los agremiados no eran precisamente un modelo de altruismo pues, a fines del siglo XIX, los intereses ascendían al 10%, durante la costera del besugo, y al 5% en el resto del año. La miseria de los pescadores lekeitiarras persistía a comienzos de este siglo: de ello dan cuenta los donativos de entidades financieras bilbaínas para paliar las situaciones más angustiosas.
Como resaltaba acertadamente la Asamblea de Pesca Marítima, en la tercera década del siglo XX, las condiciones vitales de la mayoría de los pescadores eran pésimas: sus viviendas eran miserables, el grado de analfabetismo muy elevado y su nivel adquisitivo de pura subsistencia, dependiendo a duras penas de los préstamos del gremio para sobrevivir en años de malas capturas.
Con estas últimas líneas no se pretende desanimar al lector sino ofrecer un contrapunto a visiones idílicas que presentan a los arrantzales como gentes despreocupadas que se levantaban felices por la mañana al grito de "Gora Jaungoikoaren izenean" o que participaban animadamente en la Kaxarranka. Como todas las historias, la de los pescadores y la cofradía lekeitiarra tiene sus luces y sombras.